Basurto Jasso
Mario Alberto
Mirando a través de los espacios del mundo se pueden apreciar
construcciones arquitectónicas diversas y de épocas variadas. En ocasiones
representan una trascendental importancia por la huella del pasado que rige en
el presente mientras que en otras, suelen ser simples construcciones cuya
solidez no es tan precisa y digna, siendo tales, destinadas a acotar el espacio con el fin de
hacerlo habitable y útil para el hombre. Ésta es la finalidad primaria y
elemental de la arquitectura: convertir un espacio en algo hecho a la medida de
las necesidades humanas. En este sentido, tan arquitectónica es una choza
prehistórica como una gran catedral o un rascacielos.
Si se definiera la arquitectura sólo desde este punto de vista, habría
que decir que es la técnica de proyectar y construir edificios así como
espacios habitables. Se trataría, por lo tanto, de una ciencia meramente
empírica y funcional, capaz de crear espacios útiles. Pero la arquitectura
muchas veces, además de útil, es bella. Y es precisamente esta belleza lo que
la convierte en arte, dejando a un lado la utilidad que pueda representar al
hombre, puesto que más que este aspecto, dicha arquitectura está destinada a
endulzar los cálidos ojos del ser humano, que día a día se impresiona al
apreciar la capacidad que tiene para crear tan portentosas estructuras.
Expresa Le Corbusier, “la arquitectura está más allá de los hechos
indispensables. La arquitectura es un
hecho plástico. La arquitectura es el
juego sabio, correcto, magnífico de los volúmenes bajo la luz. Su significado y
su tarea no es sólo reflejar la construcción, y absorber una función, si por
función se entiende la de la utilidad simple y pura, la del confort, y la
elegancia práctica. La arquitectura es arte en su sentido más elevado, es orden
matemático, es teoría pura, armonía completa gracias a la exacta proporción de
todas las relaciones: esta es la exacta función de la arquitectura”.
Siendo así, la arquitectura puede ser considerada y analizada como obra
de arte por la armonía de los elementos formales así como por los valores
plásticos conseguidos por medio de la construcción del espacio y de los juegos
de volúmenes. Como prueba de ello, encontramos el hermoso Templo de la Sagrada
Familia, en Barcelona; la Plaza de San Pedro, en el Vaticano; la Ópera de
Sídney en Australia; el Hemisféric en Valencia; el Rascacielos en Japón; el
Chichén-Itzá en México; la Catedral de Notre Dame en París así como el Taj
Mahal en India.
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