lunes, 31 de octubre de 2011

La arquitectura


Basurto Jasso Mario Alberto

Mirando a través de los espacios del mundo se pueden apreciar construcciones arquitectónicas diversas y de épocas variadas. En ocasiones representan una trascendental importancia por la huella del pasado que rige en el presente mientras que en otras, suelen ser simples construcciones cuya solidez no es tan precisa y digna, siendo tales,  destinadas a acotar el espacio con el fin de hacerlo habitable y útil para el hombre. Ésta es la finalidad primaria y elemental de la arquitectura: convertir un espacio en algo hecho a la medida de las necesidades humanas. En este sentido, tan arquitectónica es una choza prehistórica como una gran catedral o un rascacielos.
Si se definiera la arquitectura sólo desde este punto de vista, habría que decir que es la técnica de proyectar y construir edificios así como espacios habitables. Se trataría, por lo tanto, de una ciencia meramente empírica y funcional, capaz de crear espacios útiles. Pero la arquitectura muchas veces, además de útil, es bella. Y es precisamente esta belleza lo que la convierte en arte, dejando a un lado la utilidad que pueda representar al hombre, puesto que más que este aspecto, dicha arquitectura está destinada a endulzar los cálidos ojos del ser humano, que día a día se impresiona al apreciar la capacidad que tiene para crear tan portentosas estructuras.
Expresa Le Corbusier, “la arquitectura está más allá de los hechos indispensables. La arquitectura es  un hecho plástico.  La arquitectura es el juego sabio, correcto, magnífico de los volúmenes bajo la luz. Su significado y su tarea no es sólo reflejar la construcción, y absorber una función, si por función se entiende la de la utilidad simple y pura, la del confort, y la elegancia práctica. La arquitectura es arte en su sentido más elevado, es orden matemático, es teoría pura, armonía completa gracias a la exacta proporción de todas las relaciones: esta es la exacta función de la arquitectura”.
Siendo así, la arquitectura puede ser considerada y analizada como obra de arte por la armonía de los elementos formales así como por los valores plásticos conseguidos por medio de la construcción del espacio y de los juegos de volúmenes. Como prueba de ello, encontramos el hermoso Templo de la Sagrada Familia, en Barcelona; la Plaza de San Pedro, en el Vaticano; la Ópera de Sídney en Australia; el Hemisféric en Valencia; el Rascacielos en Japón; el Chichén-Itzá en México; la Catedral de Notre Dame en París así como el Taj Mahal en India.

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