lunes, 31 de octubre de 2011

El brillante Helios


Cisneros García Mariana

Como se ve desde Las metamorfosis de Ovidio los titanes, seres de gran fuerza y poderes sobrenaturales, el nacimiento de Helios se atribuye a la unión de dos de ellos: Hiperión Y Peía. Helios aquel que lastima la esencia del Drácula de Stoker y que en los clásicos grecolatinos como la Ilíada y la Odisea es el gran abrasador así como la referencia de un nuevo horizonte junto con Eos, la de los dedos rosados, para los pasajes del valiente Ulises ha sido más que la luz que ilumina nuestro entorno o las aventuras en la narrativa.
Desde que el hombre observa los astros comienza a especular sobre su importancia en cuanto al movimiento rotativo y de traslación del planeta. Ya Aristarco, el geógrafo de la ciudad de Samos, había determinado su valor como astro y fue Nicolás Copérnico quien confirmó la idea del observador griego, en el cual el Sol es un cuerpo radiante que ocupa el centro de nuestro sistema denominado heliocéntrico, pues el prefijo de Helios se deja ver como el alba misma. De tal manera que podemos apreciar que las etimologías relativas a el señor Sol o al güero (dicho así por vox populi).
A los sujetos que se les ocurre jugar una cáscara de lo que gusten,  bajo el esplendor luminoso al mediodía en adelante sin la hidratación requerida se arriesgan a tener heliosis, es decir, una insolación. En la antigüedad, pues en la Odisea, Ulises conoció en el Hades al tebano Tiresias para consultarlo sobre su regreso Ítaca, éste se distinguía por no ver a Helios, pues ciego era. Más recordemos que Tebas, de donde es originario el vidente Tiresias, junto con Menfis y la majestuosa cuidad del Sol llamada Heliópolis fueron las ciudades más activas del antiguo Egipto.
Si de observar su movimiento y algo más la ciencia moderna creó en los observatorios para uso de los astrónomos es el helioscopio, aquel que mira al Sol.
Que decir de los románticos, en razón de la falta de efectivo en los jardines, a ningún costo, consiguen un sustituto de rosas para halagar a la flor más dulce, allende humanidad: la mujer. Mas esta flor que se cultiva con frecuencia en jardines, entre su especie, destaca la heliotropium arborescens que se vuelve o gira para encontrar los rayos de Helios, de ahí su nombre heliotropo.
Y aquella aversión por los rayos solares se le denomina heliofobia, bien podría decirse del conde Drácula y de su estirpe, los vampiros, cuando el brillante Helios está a punto de aparecer en la escena los días calurosos.

Resta mencionar que Helios madura acaso los frutos de un proceso bioquímico llamado fotosíntesis no sea la buena para tu examen de Biología.


Referencias: Nieto Mesa, Fernando, “Raíces griegas y latinas”, edit. Trillas, México, 2005.

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