“Y el pasado conquista nueva fama”
Silvio Rodríguez
Cisneros García Mariana
Se apagan las luces
y las voces del fervor comienzan a ser sólo un fino silencio ante la tercera
llamada ya que los espectadores están conmocionados ante la espera, que se hace
ansiosa de lo que en su momento resultaría ser una exquisita presentación de
danza, ese maravilloso tercer arte clásico.
La sala Miguel Covarrubias luce tan elegante ante las botargas repletas de
admiradores del arte, que aprecian tal, como una importante expresión
filosófica. Esas hermosas columnas que en el escudo de Aquiles sostienen la
bóveda de estrellas denominada cielo, en la sala sostienen la cubierta del
escenario, el cual en determinado momento quedará al descubierto. Bien, es
entonces este momento, ese momento en que quedaría el escenario al descubierto
y salen los bailarines danzando, expresando un sin fin de emociones así como
transmitiendo sentimientos instantáneos, tan poco duraderos, pero tan intensos
justo como las llamas que consumieron la Biblioteca de Alejandría y apagaron la
saciedad del conocimiento.
Decía, los bailarines expresan
tanto, por medio de gestos faciales así como corporales, toda una gama de
sensaciones que nos permiten situarnos en una época ante determinadas
circunstancias hechas a la medida de un tiempo, reteniendo un fondo histórico
que siempre termina en un profundo sentido relativo a la historia -fascinante
aspecto para los apasionados en el materialismo histórico-. Tal y como la pieza
nos está mostrando la estructura en como se encontraba constituido el mercado
de Tlatelolco en la época de la conquista, sino me equivoco. Y es que
presenciar este tipo de interpretaciones en donde se determina que dicho era
una dinámica ciudad comercial, cuyo mercado era el primer centro de intercambio
correspondiente al área, en el cual arribaron toda clase de productos y
mercancías; resulta fructífero así como cautivador.
Pero ¿qué relación tiene esta
danza en comparación con lo que expresa la filosofía? De acuerdo a lo que nos
dice Ramón Xirau, la filosofía trata de explicar qué somos, por qué somos y
para qué somos, principalmente. Ello, a través de filósofos inicialmente
griegos, los cuales apoyados por el mito y posteriormente comprendidos por el logos trataron y lograron dar en cierta
forma, una variedad de explicaciones a lo que es el ser. Pues bien, pensemos,
en analogía con esos bailarines plasmados en el escenario, que éstos tratan de
remitir a dichos filósofos puesto que a través de la danza recrean el escenario
mitológico con la chispa lógica y coordinada del conocimiento, mostrando la
esencia meramente pura de la estética.
Es así como los bailarines
presentan aspectos lúcidos en su ser. Tal pareciere como si nos encontráramos
ante la época del resplandor de Grecia y admiráramos a los mismos héroes,
listos para ir a la guerra de Troya. Las mismas Penélope y Helena moviéndose de
acuerdo al compás de la música que permite una mayor apreciación, puesto que no
tendría sentido alguno observar un conjunto de movimientos sincronizados sin un
melódico fondo que le diera la proyección requerida ya que como nos
menciona Pitágoras, el concepto de la realidad es rítmico y armónico.
Cada
detalle tan espectacular, todo nos parece indicar que la coreografía estaba en
un sentido amplio de inspiración cuando se ensamblaron los pasos y no se diga
la pieza musical Sones de mariachi de
Blas Galindo, quien buscó las partituras adecuadas para provocar elocuentes
impulsos en los presentes, quienes embelesados, aplauden sin cesar ante magnus pieza presentada y cuyo fin han
llegado.
Bien, una
vez admirada esta maravillosa faceta del arte, puedo decir que justo como lo
marca Karl Jaspers “la filosofía está en todo tiempo”, estuvo allí, atrás del
telón mostrándose “en apotegmas
filosóficos corrientes, en convicciones dominantes, como por ejemplo en el
lenguaje de los espíritus ilustrados”. Asimismo, de acuerdo a la brevedad del
momento, hago mención de Sócrates que marca “la belleza es un reino muy corto”.
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