Chavarría Cruz
Sagrario
La filosofía, tal y como se
entiende en la actualidad, se inició con las formulaciones cosmológicas de los
físicos griegos presocráticos. Ésa es, al menos, la teoría que mayor consenso
parece lograr entre los historiadores. Sin embargo, en esos siglos previos a la
era cristiana, la filosofía griega no era la única voz que se ocupaba para
reflexionar sobre las cuestiones relativas al problema del ser humano y el
universo.
En los primeros textos irregulares chinos, que datan del siglo VII a.C.,
y en las fuentes de la Revelación hindú, iniciadas con bastante anticipación y
culminadas en el siglo VII a.C., aparecían ya, en medio de formulaciones de
inequívoco sabor mítico e incluso mágico, nociones y juicios de hondo calado
metafísico, indicios que prefiguraban la riqueza conceptual a la que habían de
llegar en su posterior desarrollo las grandes corrientes del pensamiento
filosófico oriental.
El estudio del pensamiento indio constituye una empresa extremadamente
dificultosa. Nada similar a un desarrollo histórico se aprecia en la intrincada
selva de textos, sistemas, nociones e interpretaciones que constituyen el
elusivo conjunto de la filosofía india. La idea misma de evolución acumulativa
o decantamiento doctrinal es ajena a su realidad. Incluso los modernos
pensadores indios han manifestado tradicionalmente su extrañeza ante la
pretensión típicamente occidental de ensartar en una línea temporal los hitos
decisivos, las inflexiones de su tradición filosófica y lo cierto es que no
existen tales inflexiones.
La filosofía de la india es una declinación constante de los mismos
modelos, un retorno cíclico e imperceptible sobre los principios
incuestionables de una verdad única y eterna, ajena al tiempo y a la cual los
pensadores indios, por miedo a empobrecerla con sus palabras, se han acercado
siempre con cauta reverencia.
La filosofía india se articula en torno a la religión hinduista y, a
partir de la contestataria irrupción del budismo, en el intenso diálogo entre
ambos modelos. Los dos presentan rasgos comunes. En primer lugar, su naturaleza
practica: pretenden la liberación del hombre, la superación del doloroso ciclo
vital; son “ciencia de la salvación”. En segundo lugar, y consecuencia de lo
anterior, su carácter mas místico que teórico.
Sin embargo, ello no debe significar ningún menosprecio por la
reflexión.
Así pues, las filosofías indias ni persiguieron el conocimiento
puramente específico más que como aditamento de su vocación humanista y, en el
caso del hinduismo, como afianzamiento de los principios doctrinales frente al
empuje de la tendencia adversa.
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